Lucas Cranach el Viejo
Tras una mesa que sólo permite ver los bustos de ambos personajes, el anciano ricamente vestido pone su puño cerrado y lleno de monedas sobre la mano derecha de la mujer, la cual no es ninguna ingenua, pues ya en la izquierda tiene preparada la balanza para pesar el oro y comprobar su bondad.
Quizá lo más sugestivo de esta pintura sea el fastuoso bodegón que se describe sobre la mesa, frutas, pan, vasos, dineros, y en la pared donde cuelgan aves muertas junto a un precioso arcabuz de rueda, la polvorera, el trofeo de un ciervo y un reloj de bolsillo de los llamados “huevos de Nuremberg”. Y todavía, por la ventana abierta de emplomada vidriera, se ve un amplio paisaje de llanura y montañas con una ciudad amurallada.
Es un cuadro en el que el autor echa mano de todos sus recursos y los conjuga hábilmente para explicar la situación de una manera integral. Para ello es preciso dar su justa valoración relativa a tan heterogéneos elementos y en ello radica el secreto de Cranach.
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