Piero della Francesca
Posee la simplicidad compositiva de las mejores obras de Piero della Francesca. En su primer término aparece la Virgen arrodillada ante el Niño, que se halla tendido en el suelo sobre el vuelo del manto mariano. La disposición de ambas figuras sugiere la inspiración en modelos flamencos. Al lado derecho situó Piero a san José, sentado en una silla de montar, con el pie derecho descansando sobre la rodilla izquierda, actitud naturalista de la que existen muy contados ejemplos en la pintura de esta época. Tras él se hallan dos pastores, uno de ellos con un brazo levantado, como señalando la estrella suspendida sobre el portal que anuncia la llegada de los Magos. Acompaña al Niño un coro compuesto por cinco ángeles. Al fondo se distinguen el buey y la mula, ésta en posición de rebuznar, tal vez para unirse a su manera a la melodía que cantan los ángeles. Tal detalle iconográfico ha sido interpretado con criterios muy diversos; no parece que deba atribuirse a una actitud irreverente del artista ante el tema sacro. En los últimos términos de la composición aparecen una ciudad y un paisaje rocoso que recuerda panoramas de la región de Toscana. Por último, hay que señalar numerosos cambios realizados por el pintor durante el proceso de ejecución, principalmente en la posición de las piernas del Niño, el brazo levantado del pastor, la situación del buey y el perfil de rostro de san José. Aparte la pureza del color y la simplicidad de las formas, esta obra produce honda emoción en el espectador por la frialdad y condición cristalina de su atmósfera, así como por el diálogo que establece entre la espiritualidad de las figuras y la concisión geométrica de los elementos arquitectónicos y del paisaje.
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